Que difícil es motivar a los adolescentes, y el profe de música lo tenía claro, así que dijo que para el próximo trimestre íbamos a tocar, no más teoría de acordes y escalas ni nada, que se formarían 5 a 6 grupos en el curso y cada grupo debería interpretar un par de temas y para motivarnos los podíamos escoger nosotros. Uno preguntó si los grupos eran con vocalista. Nones le dijo el profesor, todos debían tocar un instrumento.
Al siguiente recreo, la gran mayoría vaticinó un desastre y no había ningún atisbo de motivación, no todos tenían instrumentos y varios no sabían llevar ni las palmas. Pero una minoría nos encerramos en una burbuja, éramos los compañeros de curso que tocábamos en el Grupo Instrumental y en el Taller de Guitarra y nos picaban los dedos por tocar un tema escogido y arreglado por nosotros, libres de las rígidas instrucciones del profesor!, Si! Seríamos nosotros y el resto! Estaba acordado y sacramentando, roles distribuidos y un par de canciones escogidas.
A la siguiente clase el ánimo era de funeral, eran la misma cara de desolación en los mismos que no aprendieron a escribir escalas en el pentagrama, mala nota pareja para buenos y malos alumnos salvo los que tocábamos algún instrumento y que ahora nos traíamos un pequeño complot. El profesor intuyó lo que se venía y nos dijo “no sería justo que los que tienen condiciones musicales quedaron juntos en el mismo grupo, por lo tanto, los compañeros que tan bien lo hacen en el grupo instrumental, cada uno de ellos, será el líder de un grupo y tendrá libertad de escoger sus integrantes” y así fue como nuestro supergrupo fue desarmado de entrada y cada uno tuvo que liderar el propio.
Nuestro complot al suelo, nuestro orgullo también y a las semanas nuestra paciencia… cada intento de ensayo se nos transformaban en una tortura, podrán imaginar… nos pasó por egoístas y soberbios, pero aprendimos, de verdad que aprendimos y mucho más que música.
Publicada originalmente en LA OPINIÓN ON LINE.
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